Empezó -envuelto de necedad- cuidando el camino de las malas intenciones de su amigo y enseguida concluyó que honestamente no se llega a destino por esa senda: toda una tarde amaneciendo en vano; entonces exhibió sus llagas descompuestas ante la leve multitud solitaria su denigrante resaca arrojando al cielo los zapatos chuecos, sucios, desviados como su vida; en su piel de agosto solo sobran calumnias rutinarias, solo defectos de un celo moribundo que resumió el fin del desvelo gris, ficto, retráctil; y esa noche que no fue tal porque la daga aún estaba viva, le recordó al junco blando sudado y desnudo, a cada instante ardido, su dolor de nadar en mares de fuego ahogado vivamente en alcohol o algo más también; su espíritu estalló y la marea irritó su diestra y enterró la vid odiado por todos.
5 agosto 2008
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