Justo en el momento bestial, en ese punto límite y fatal, la huella me abandona y decide ser su propio camino; segura de sí misma detesta las sendas mal trazadas que otros rumbearon a la deriva: aborrece de los llanos desvirgados; peor aún mi sombra -eterna fámula hasta hoy, falsa y servil- prefiere el horizonte incierto y sigue incondicional a esa huella traidora: me abandona sin mirar atrás: ramera del sol. Un eje partido, una esperanza desvanecida: aun de pie e inmóvil me condeno porque estoy convencido de que pereceré cuando agonice el crepúsculo; perdido, abandonado sin mi sombra y sin mi huella: putas de otra vida.
13 agosto 2008
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